¿Cómo están, queridos lectores y amigos? Pues bien, retomamos nuevamente el blog, ya que acontecimientos pasados no me permitieron estar con ustedes; y aprovechando la ocasión les contaré parte de esa odisea.
La experiencia, en general, fue de mucho provecho ya que aprendí una serie de cosas que no sabía que existían... Primeramente fue el hecho de saber que en asuntos legales NUNCA, pero NUNCA hay que dejarlos sin resolver. No importa que pasen uno, dos, tres, cuatro o más años, debes finiquitarlos y entre más pronto, mejor, pues te ahorrarás muchos dolores de cabeza y angustias.
Tampoco importa que sea con tu hermano o hermana, tu tía o tu tío, tu cuñado o cuñada, incluso hasta con tu abuelita, lo importante es que no debe quedar así como así, pues eso sólo te traería más problemas que soluciones.
Otro asunto importante a tomar en cuenta es decidir si tu situación amerita que tengas que contratar un abogado o no. De esta decisión se desprende qué tan largo o corto vaya a ser el tiempo que debas esperar para solucionar tu problema así como también el gasto que vayas a hacer.
Hay situaciones en las que tan sólo conciliar las partes tiene una solución rápida y con beneficio para ambos. Consulta abogados que sean amigos tuyos o los que proporciona el estado. Incluso, los mismos secretarios que se encuentran en muchos juzgados, son estudiantes o algunos son licenciados en derecho titulados y ellos pueden ser una gran referencia para buscar soluciones o al menos orientarte para saber qué camino tomar. No escatimes en tus preguntas. Si tienes dudas, asiste con cuanto especialista puedas para resolver tus cuestionamientos.
Sé franco y no ocultes información sobre los detalles más pequeños. Aún cuando creas que hay cosas sin importancia, no omitas ninguna información, pues aunque para ti no sea relevante, para el abogado SÍ lo es y podría ayudar a resolver a tu favor.
Asume tus responsabilidades y acepta las resoluciones a las que lleguen las leyes, pues muchas de las veces conseguirás muy buenos acuerdos y no te extenderás tanto en un juicio, lo que conllevaría a gastar mucho dinero, tiempo y esfuerzo en cosas que ya están resueltas por el juez.
Y no estamos hablando de los grandes casos que salen en la tele. Esos no. Nuestros casos muchas veces son más simples. A menos que te enfrentes a una gran entidad comercial, ellos tienen tiempo y recursos suficientes como para poner a prueba tus dones de paciencia y fe en la justicia y hasta llegarán a tentar a tu bolsillo para que sigas desembolsando más dinero del que te puedes dar el lujo de gastar.
En fin, esas fueron las cosas que aprendí en esta última travesía y espero que, de alguna forma, les sirvan estos tips para, ojalá que no les suceda, puedan enfrentar al menos con optimismo estos asuntos legales que, a final de cuentas, sirven para que nuestra sociedad funcione y siga su curso. Avisados estamos.